martes, 13 de noviembre de 2012

Carta 3 de Maria Inez (Superiora General IHS) a los Laicos


JHS


SUPERIORA GENERALE

Figlie di Gesù



R. 687/10

Roma, 29 de octubre de 2010


CARTA Nº 3

A TODOS LOS LAICOS Y LAICAS UNIDOS POR EL CARISMA DE LA MADRE CÁNDIDA


Queridos hermanas y hermanos: laicos y amigos de la gran familia de la Madre Cándida:

No puedo dejar pasar más días sin comunicarme con todos vosotros, laicos y laicas y amigos todos que en tantas partes del mundo estáis participando con nosotras de la alegre celebración de la CANONIZACIÓN de nuestra tan querida MADRE CÁNDIDA MARÍA DE JESÚS.

Como ya sabéis por los medios de comunicación, la celebración en Roma fue un tiempo fuerte de experiencia de Dios y de comunión en la Iglesia universal. Todos los que aquí estuvimos hemos sentido muy fuerte la presencia de cada uno de los que estaban en otras partes del mundo y que, de muchos modos, estaban unidos a nosotros. Y hoy, en nombre de las Hijas de Jesús, no puedo dejar de agradeceros la compañía, y mucho más que eso: quiero agradeceros la comunión en la misma fe viva que nos une en Jesucristo. Esa fe que llegó a ser tan fuerte en la Madre Cándida como para sostenerla en cualquier circunstancia, engendrando en ella la confianza inquebrantable que tanto la caracterizaba y, por supuesto, un modo de actuar tan lleno de amor y entrega de sí, que comunicaba la verdadera esperanza cristiana.

En esta comunicación mía también deseo compartir con vosotros algo de lo que ayer transmití a mis hermanas Hijas de Jesús. Se trata de lo que he visto, tocado y experimentado en estos días de gracia y que, tengo seguridad, no es sólo para mí ni tampoco solamente para las Hijas de Jesús. Todo lo que Dios nos inspira y revela siempre es para muchos más.

Deseo contaros que, por lo que experimenté en estos días de Canonización en Roma, he comprendido mejor algunos aspectos importantes de nuestra vocación cristiana y hay dos de ellos que se destacan fuertemente:
  • El primero es la experiencia fuerte, sin ninguna duda, de que el Señor quiere y es urgente que cuidemos que las relaciones entre todas las vocaciones del pueblo de Dios sean más fecundas. Al ver nuestra casa llena de gente, venida de varias partes del mundo y viviendo su fe cristiana desde diversas vocaciones y espiritualidades, y al experimentar todo lo bueno que de ahí nacía -la riqueza de la diversidad, la alegría por la superación de dificultades, la hondura del compartir cristiano en comunión, con un mismo fin deseado por todos y buscando la mayor eficacia (y también eficiencia) apostólica- reconocí muy hondamente, delante del Padre, que es urgente crecer en la fe de que nuestra misión o es y se realiza en común en la Iglesia o ya no comunicará la Palabra de Dios a la gente de hoy. Es imprescindible que demos pasos más confiados y significativos en esta línea. Queremos contar con vuestra ayuda también en esta importante conversión.
  • El otro aspecto que destaco es la densidad de vida nueva, de verdaderas llamadas al ‘más’ que hemos experimentado en estos días. Retomo las palabras finales de la homilía del Santo Padre en la celebración de la Canonización en la Plaza de San Pedro para expresar mejor esta experiencia también fuerte para mí: “Queridos hermanos y hermanas, demos gracias al Señor por el don de la santidad, que resplandece en la Iglesia y hoy se refleja en el rostro de estos hermanos y hermanas nuestros. Jesús nos invita también a cada uno de nosotros a seguirlo para tener como herencia la vida eterna. Dejémonos atraer por estos ejemplos luminosos, dejémonos guiar por sus enseñanzas, para que nuestra existencia sea un canto de alabanza a Dios. Que nos obtengan esta gracia la Virgen María y la intercesión de seis nuevos Santos que hoy con alegría veneramos. Amén”. Es como una llamada a no olvidarnos de lo que estamos viviendo a raíz de la declaración de santidad de una de nuestras hermanas en el camino de hacernos cristianos; llamada a releer, con la luz del Espíritu Santo, lo vivido en las celebraciones para dejarnos cambiar en aquello que nos haría ser mejor ayuda y servicio a los hermanos y hermanas de nuestro tiempo, a los que conviven con nosotros, sin olvidar nunca a los que más necesiten de los dones que Dios nos confió a cada uno para ser alivio para los demás. En una palabra: os invito a tomaros en serio la llamada a ser responsables con lo que Dios nos ha regalado a cada uno en estos días.

Aprovecho también la ocasión para daros las gracias una vez más a todos los que participasteis más directamente en las Comisiones para la canonización. Fuisteis incansables y sin vuestra colaboración todo habría sido mucho más pobre y limitado. Y lo más importante es que habéis colaborado haciendo cada uno vuestros los criterios pastorales que nos habíamos propuesto, y que nos hemos podido relacionar como familia y conocernos un poco más. Mi deseo es que mantengamos estas relaciones tan constructivas. ¡MUCHAS GRACIAS!

A todos y a todas, mis cariñosos saludos y el deseo, cada día mayor, de que seamos verdaderamente una gran familia inspirada por el modo sencillo y abierto de nuestra Santa Cándida María de Jesús. Un abrazo muy fraterno de esta hermana vuestra:

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